A mediados del siglo XVIII se
inicia lo que podríamos llamar proceso de «estandarización» de la orquesta. De
manera paulatina, los instrumentos van siendo anotados explícitamente en la
partitura, con lo que se deja de lado, cada vez en mayor medida, la tendencia a
la accidentalidad de las épocas anteriores. Aproximadamente entre 1750 y 1800
se asiste a la consolidación de la orquesta sinfónica; a partir de entonces
este conjunto, con bases específicas en cuanto a su constitución, se
desarrollará tanto cuantitativa como cualitativamente (mejoras técnicas y, por
lo tanto, cambios relevantes en el sonido de los instrumentos), proporcionando
la total variedad de giros orquestales conocidos en el siglo XIX y en el XX.
Dos fueron los centros de
producción musical más importantes de aquella época, catalizadores del «nuevo
estilo» y forjadores de la sonoridad del nuevo concepto sinfónico de la
orquesta: Mannheim y Viena. En estas ciudades, más que en cualquier otro sitio,
se fraguó la realidad de la forma sinfonía. Mannheim disponía de unos
excelentes medios materiales para experimentar en este campo: una orquesta
disciplinada y estable cuya calidad pudo apreciar Mozart. La orquesta fue
conocida por la utilización de unos recursos, como el llamado crescendo
Mannheim, que en realidad no fue invención de los miembros de este grupo. Uno
de sus principales directores fue Johann Stamitz (1717-57), también fructífero
compositor que introdujo notables cambios tanto en el arte de la
instrumentación como en los motivos musicales básicos del material sinfónico.
En Viena destacaron una serie de compositores a los que, por lo general, no se
ha tenido demasiado en cuenta, como Matthias Georg Monn (1717-50), considerado
el más importante por sus aportaciones al concepto estructural de la sinfonía.
Pero fue con Haydn y Mozart con quienes esta forma alcanzó el desarrollo que
llevó directamente a las realizaciones beethovenianas.
A principios del período
clásico, la orquesta estaba compuesta por dos oboes, dos trompas y el grupo de
cuerdas. Poco a poco se fueron incorporando otros instrumentos de viento, como
las flautas traveseras -por estas fechas la flauta y el oboe eran tocados por
un mismo instrumentista- y las trompetas. Como elemento de precisión rítmica se
hizo uso de los timbales. Los trombones, en cambio, no tuvieron lugar en la
orquesta sinfónica; su utilización quedó relegada a la música sacra -en la que
doblaban las partes de contralto, tenor y bajo- y a la ópera. El fagot, que no
siempre estaba escrito en la partitura fue utilizado regularmente y adquirió a
finales del clasicismo, cierta autonomía, alejándose así de la simple función
de duplicar la línea del bajo que se le había encomendado en un principio.
Las trompas y las trompetas
pasaron a ocupar el papel de «pedales de la orquesta», con lo que el bajo
continuo vio disminuido su papel. De hecho, la desa parición del continuo
comenzó hacia 1760, aunque no fue totalmente abolido en la práctica musical
hasta finales del siglo XVIII. El órgano y el clave, como sustentadores del
desarrollo armónico, cumplieron, aún durante algún tiempo, un significativo
papel en la música sacra y en la realización del recitativo seco. El clave se
sobreentendía en la ejecución de la música sinfónica, sobre todo en la fase
temprana del clasicismo, cuando los instrumentos de la orquesta no asumían la
totalidad de las relaciones armónicas. El compositor actuaba como director
desde el clave, concertando a los distintos grupos instrumentales. No era otra
cosa lo que Haydn hacía cuando dirigía a la orquesta de los Esterházy. Y desde
el clave dirigió sus últimas obras cuando, en 1791, se presentó en Londres.
Sólo la participación activa de los instrumentos de la orquesta hará
comprensible el discurso armónico, lo cual, unido a la nueva concepción del
lenguaje musical, acabará desterrando definitivamente el uso del bajo continuo.
Uno de los instrumentos que
tendrán una prodigiosa evolución a través de los diferentes usos que de él se
han hecho a lo largo de su historia, va a hacer su aparición gradual a partir
de 1750. Este instrumento fue el clarinete. Al parecer, la ascendencia del
clarinete se encuentra en la familia del chalumeau, grupo que cuenta con varios
instrumentos de diversos tipos y tamaños. El clarinete fue empleado de manera
intermitente en la primera mitad del siglo XVIll -se dice que la primera
mención de este instrumento en una partitura, concretamente en una misa de
Faber, data de 1720-. Sin embargo, compositores como Haendel y Rameau lo
incluyeron en muy pocas obras. En cambio la renombrada Orquesta de Mannheim lo
convirtió en instrumento fijo, incorporando dos al conjunto hacia 1758. Pero
fue Mozart quien, a finales de siglo, abrió el camino a este instrumento.
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